Luego de una mañana que no fue de las mejores, me decidí a caminar sin rumbo. Apenas salí del hotel recordé que no había conocido las playas de Montevideo, así que emprendí camino por las diferentes ramblas hasta la playa más cercana, la Playa Ramirez. Allí mojé los pies, me senté un rato y mire como la ciudad rodea a la costa. Me asombré de la falta de viento, de lo bajo que estaba el mar y lo tranquilo que es. No había olas, el agua iba y venia pero en una suave danza que era apenas perceptible desde las escaleras que separan la rambla de la arena.
Había pocas personas, eso hace que personas antisociales como yo, disfrutemos del paisaje. Antes de volverme, decidí mojar los pies nuevamente, pero tuve la suerte de poder ver un espectaculo maravilloso de la naturaleza: un cangrejo cambió de caparazón. Nunca pensé que iba a ver eso fuera de la tv, fuera de un documental de Discovery Channel.
El calor me estaba matando, las ganas de sombra y una siesta eran demasiadas, así que decidí volverme al hotel. Pero no tomé el mismo camino. Caminé hasta la calle Constituyente, que es la continuación de la Av. 18 de Julio yendo desde el centro, conocí partes de la ciudad que no tenía ni idea que existian. Ya en 18 de Julio encontré el Museo del gaucho y de la Moneda, que está en un edificio muy antiguo y muy hermoso, que conserva todos los detalles desde finales del siglo XIX. Entrar ahí hizo que la piel se me erize, no sé que tienen estos lugares que me hacen sentir escalofríos y me da mucho placer recorrerlos.
En una de las salas del museo, hay actualmente una muestra del pintor Eduardo Vernazza, quién retrata en sus pinturas la cultura popular de Uruguay, lo qué es el carnaval, la Playa de los Pocitos y demás.
Finalmente, me fui al hotel, la tarde me tendría varias sorpresas...
viernes, 6 de febrero de 2009
Popurrí (Día 6, Primera Parte)
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